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DE LLANES A GIJÓN  EN AUTOCARAVANA. MONTAÑA, MAR Y PLAYA POR EL ORIENTE ASTURIANO

Valles sin principio ni fin, pueblos remotos y bellas iglesias dispersos entre el interminable fulgor verde de los prados… Y frente a la exuberancia vegetal, el inquieto Cantábrico, una sucesión armoniosa de playas, acantilados y deliciosas villas marineras. Asturias es uno de los lugares de España en los que, se vaya por donde se vaya, siempre se acierta. En esta ocasión, recorremos la parte oriental, desde Llanes a Gijón, ciudad que rivaliza en belleza y gastronomía con Oviedo. 

Cabo de Peñas en Asturias

La niebla,el verde suave de los valles y el gris melancólico de las altas montañas, la lluvia y el olor penetrante y vivo de la tierra mojada, las playas, las rías exhaustas, la súbita visión de los picos de Europa: esto es Asturias, un mar inquieto sobre el que se cierne el campo, una síntesis indescriptible de alturas y horizontes.   

Como Galicia, como Cantabria, Asturias es una región con paisajes naturales extraordinarios, un lugar perfecto para perderse con nuestra autocaravana. Unas veces con la vista puesta en el mar, y otras hacia los verdes valles y rocosas montañas.

Pero Asturias no sólo es naturaleza, también es leyenda, historia, nostalgia. Aquí, en las cercanías de Covadonga, derrotó don Pelayo a las tropas musulmanas de Córdoba. Y aquí levantaron sus descendientes esas iglesias y palacios anteriores al románico que mantienen la idea de un mundo cerrado y completo. Santa María del Naranco y el llamado Conventín de Valdediós son, quizá, los más bellos ejemplares de esa arquitectura única.

Por aquí pasaba, también, el primitivo Camino de Santiago, que empieza en el puente internacional que cruza el Bidasoa y circula en paralelo a la costa cantábrica: una de las rutas más bellas de España, ondulada como los prados verdes y colinas que atraviesa, y mucho más solitaria que la vía tradicional. Y antes que los peregrinos, las legiones romanas, cuya memoria aún puede verse en Gijón; los cazadores-recolectores del Paleolítico, cuyo sentido artístico encontramos en las pinturas rupestres de la cueva de Tito Bustillo, cerca de Ribadesella; e incluso los dinosaurios, pues la parte oriental de la Costa Verde cuenta con abundantes fósiles y rastros de pisadas de las grandes bestias del Jurásico.   

Santa María del Naranco

La ruta que hoy proponemos empieza en Llanes, en el extremo más oriental del Principado, y muere en el Cabo de Peñas, que separa en dos la Costa Verde, la occidental y la oriental. Por el camino, playas, acantilados, un rosario de villas, pueblos y pueblecitos que deben su existencia al mar y al turismo, Gijón y dos deliciosos desvíos hacia el interior. Uno  de estos desvíos nos lleva a a Cangas de Onís y a los lagos de Covadonga. El otro, a la maravillosa sorpresa del Conventín de Valdediós.

LA PRIMERA IMAGEN: LA BORIZA, UN MIRADOR DE PELÍCULA

Antes de entrar en Llanes merece la pena subir al mirador de La Boriza para disfrutar de una hermosa y memorable panorámica: una visión completa de las  playas de Ballota y Andrín, tan próximas que parecen una el reflejo de la otra. Es un paisaje cautivador; un paisaje de cine, ya que Gonzalo Suárez ambientó aquí algunas escenas de El detective y la muerte, su personal homenaje al cine negro.  Y sin duda, es un buen anticipo de lo que nos espera. 

Playa de Ballota

LLANES

A Llanes uno puede llegar desde San Vicente de la Barquera,  siguiendo el primitivo Camino de Santiago, el Camino de la Costa. Nosotros así lo hacemos. Paramos para comer en la hermosa villa cántabra. Y después de hacer un alto en el mirador de la Boriza, llegamos a media tarde.

Llanes es una de las villas con más solera del Principado. También, uno de los centros de veraneo más encantadores de la cornisa cantábrica. No en vano, desde 1995,  cuenta con “el título” de excelencia turística.

Vista aérea de Llanes

Qué ver en Llanes

Llanes es un pueblo para pasearlo con tranquilidad. Declarado conjunto histórico artístico, su casco antiguo es una verdadera delicia. De los siglos medievales conserva parte de la muralla románica que rodeaba la villa, con uno de sus viejos torreones de defensa, la hermosa basílica de Santa María del Concejo y evocadoras casonas de porte señorial. Pero quizá sean sus palacetes indianos lo que mejor define Llanes; esas mansiones levantadas por los locales que emigraron a América con una mano delante y otra detrás y que, al cabo del tiempo, regresaron en posesión de una considerable fortuna. El Ayuntamiento, antiguo Casino, construido con capital indiano a principios del siglo XX, y el cinematográfico Palacio de Partarríu, célebre por aparecer en la primera película de Juan Antonio Bayona, El orfanato, son dos  buenos ejemplos.

Palacio de Partarríu

Cualquier visita a Llanes debe incluir un paseo minucioso por su centro histórico. Y  antes o después, una vuelta por el paseo-mirador de San Pedro, un lugar bucólico, acogedor, con vistas al mar, a la villa y al encantador paisaje que la rodea.

Por último, un lugar mágico, el puerto, la escollera… los Cubos de la Memoria, obra del escultor vasco Agustín, un cataclismo de color, luz y volumen que recoge los ecos del pasado y el presente de Llanes: desde el ídolo prehistórico de Peñatú a las maletas de los indianos y emigrantes pasando por las redes de los pescadores… 

Cubos de la Memoria

PLAYAS DE TORIMBIA Y GULPIYURI

Por si esto no fuera suficiente, Llanes tiene a salto de mata más de treinta playas. Y claro, las hay para todos los gustos: pequeñas, grandes, rocosas, solitarias, en forma de concha, con bosques y prados a la vista… Entre todas ellas, elegimos dos: las playas de Torimbia y Gulpiyuri.

La primera, la playa de Torimbia, se encuentra a unos quince kilómetros de Llanes y es una de las playas más hermosas de toda la cornisa cantábrica. Tranquila y aislada, de aguas prístinas y seguras, parece una prolongación arenosa del verde prado que cae en picado hacia el mar. Ya sólo las vistas que te regala el aparcamiento merecen la parada. Son las mismas vistas que cautivaron a José Luis Garci y que pueblan algunas de las escenas más inolvidables de El abuelo, película basada en la novela de Galdós, premiada con varios Goya.

Playa de Torimbia

Torimbia es un hito del nudismo de los años setenta, y quizá después de pisar sus arenales no parezca muy buena idea visitar un cementerio. Pero es que el cercano cementerio de Niembro parece sacado de una carta o de una leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer. Se asoma a la ensenada del Vau y no hay más que esperar a la pleamar para ver su silueta de barco fantasma duplicada por las aguas. Sencillamente, inolvidable.

Cementerio de Niembro

Camino de Ribadesella, llegamos al pueblo de Naves. Y desde aquí, siguiendo a pie por un bello sendero, a la playa de Gulpiyuri, otra maravilla, distinta e igualmente incomparable. Pero este diminuto arenal que apenas alcanza los cincuenta metros de largo (declarado Monumento Natural en 2001) no se puede describir. Hay que verlo, ya que es la viva demostración de que puede haber playa sin horizonte.

Playa de Gulpiyuri

RIBADESELLA

Menos de 20 kilómetros separan Naves de Ribadesella, capital del concejo del mismo nombre, señorial y llena de historia. Tranquila fuera de temporada, muy concurrida en verano, esta villa de incomparable aroma indiano está situada en la misma desembocadura del río Sella, cuyas aguas son perfectas para una pequeña excursión en piragua,  kayak o incluso paddle surf.  

Ribadesella desde la ermita Virgen de la Guía

Qué ver en Ribadesella

Ribadesella tiene un casco antiguo que nos retrotrae al siglo XIX y una de las playas más perfectas de Asturias. Se trata de la playa de Santa Marina, enmarcada por un agradable paseo marítimo repleto de palacetes indianos. A este incomparable arenal urbano se llega atravesando el puente de trescientos metros de largo que une el puerto con la parte nueva de la villa.

Pero antes de cruzar al otro lado, hay que recorrer el paseo de la Grúa. Y como colofón, subir hasta la ermita de la Virgen de Guía, una coqueta capilla renacentista de finales del siglo XVI y un mirador espléndido para contemplar Ribadesella y sus alrededores. 

CUEVAS DE TITO BUSTILLO

Muy cerca de Ribadesella queda uno de los platos fuertes de esta ruta: las cuevas de Tito Bustillo, uno de los grandes santuarios mundiales del arte rupestre del Paleolítico. Los otros son las cuevas de Altamira, La Garma y El Castillo en Cantabria, y Laxcaux y Les Eyzies en Francia. Aquí el hechizo es tal que ni siquiera importa que el estado de conservación no sea el mejor de todos. Son especialmente inolvidables  los caballos,  que, aunque nos parezca mentira, ya deambulaban por estas tierras hace treinta milenios de años.

Caballos de la cueva Tito Bustillo

CANGAS DE ONÍS

Nuestro próximo destino es Cangas de Onís, pero en el camino se impone una parada: Arriondas, pequeño pueblo en medio de la hermosa vega de los ríos Sella y Piloña. Siete kilómetros más adelante, llegamos, ahora sí, a Cangas de Onís, primera capital del reino de Asturias y puerta de los Picos de Europa. Su casco antiguo es digno de ver una y otra vez, sobre todo con esa lluvia fina que acostumbra a caer por estas tierras. Y sin duda, su pieza más original y emblemática es el encantador puente medieval. Según Manuel de Lope, uno de los puentes más hermosos del mundo.

Puente medieval de Cangas de Onís

LA BASÍLICA DE COVADONGA

Muy cerca de Cangas de Onís está San Pedro de Con, con su estampa bucólica y su iglesia prerrománica. Y no lejos, Covadonga, el lugar donde tuvo lugar la célebre victoria de don Pelayo, hecho de armas que, según la tradición,  inauguró la monarquía asturiana y, en palabras de Sánchez Albornoz, salvó a Europa en España.

Tres son las razones por las que se puede ir a Covadonga, dice Fernando García de Cortázar en su Viaje al corazón de España. La primera, la sombra histórica de don Pelayo, cuya leyenda puebla estas tierras y preside la plaza donde se alza la basílica, terminada en 1901. La segunda es la ermita de la Virgen de Covadonga, la Santina, situada al final de una gruta amplia y poco profunda, dentro de la montaña arbolada. La tercera, el paisaje, de una belleza que emociona y conmueve.

Ermita Virgen de Covadonga

Del santuario arranca una carretera empinada que sube, entre vueltas y revueltas, hasta los célebres lagos, plato fuerte de los Picos de Europa. Estos se llaman así, según unos, porque eran lo primero que veían los balleneros que regresaban de Groenlandia; según otros, por la dama fenicia, Europa, que raptó Zeus transformado en toro y a la que abandonó aquí. En cualquier caso, da igual; lo que importa es el paisaje, las vistas al valle de Onís desde el mirador de la Reina, las maravillas de los lagos Enol y la Ercina. 

LA COSTA DE LOS DINOSAURIOS

Recuperados de toda clase de vértigos volvemos a la costa y conducimos hasta la playa de La Griega. Hay quien dice que el nombre de este discreto y bien protegido arenal se debe a que en él acampó una legión romana compuesta por mercenarios helenos que participaron en las guerras del emperador Augusto contra los cántabros. Si esto es así, podemos concluir que la topografía conserva lo que se pierde en los libros y que a veces la historia se aprende interrogando el paisaje.

Nada, en efecto, recuerda el paso de los romanos en La Griega. Lo que sí encontramos en esta playa son las huellas de dinosaurios cuadrúpedos, las más grandes del mundo, por cierto. 

Playa de la Griega Fotografía: Portal de Turismo de Asturias

Sí, habéis leído bien; ¡dinosaurios! Porque esta parte de la cornisa cantábrica es también una fabulosa puerta al Jurásico. La ruta empieza en Ribadesella y llega hasta Gijón, con una parada estratégica en el Museo del Jurásico, a menos de tres kilómetros de La Griega. Los yacimientos  nos sorprenden en medio de un sedante paisaje de arena, praderas verdes y rocas donde se aprecian con claridad las huellas impresas.

LASTRES

Y llegamos a Lastres, villa marinera de calles estrechas y empinadas, un lugar de postal, muy afortunado en la conservación de la arquitectura popular y con bellas muestras de mansiones y palacetes señoriales. 

Lastres es una villa repleta de miradores, ya que desde cualquier punto se divisa el mar. Ninguno, sin embargo, como el faro, sobre los acantilados, a solo cuatro kilómetros del pueblo.

Lastres

VILLAVICIOSA

Villaviciosa, a menos de veinte kilómetros de Lastres, es una de las capitales asturianas de la sidra. No en vano, esta bebida refrescante y sabrosa es su principal fuente de riqueza. Algo que se nota, y de sobra, en la belleza de su paisaje, donde predominan el prado y las cuidadas pomaradas.

Villaviciosa

Pero la sidra no constituye el único motivo de orgullo de Villaviciosa. Por aquí pasaba la Ruta Jacobea de la Costa. Y de los tiempos medievales conserva la iglesia de Santa María de la Oliva.  Y aquí, en la casa del Chantre de Oviedo, que aún puede verse  en el centro de la villa,  se alojó el joven Carlos V cuando vino  a España a tomar posesión de la corona.

Pero Villaviciosa tiene suficientes atractivos por sí sola, con sus casonas de los siglos XVII y XVIII, sus populares galerías de madera, sus casas de indianos y su hermosísima ría. Y por si esto fuera poco, a un suspiro por carretera queda la playa de Rodiles, otro arenal  jurásico animado por los amantes del surf.

EL DESVÍO ROMÁNICO

El encanto de Villaviciosa se prolonga, además,  por los valles circundantes, muy afortunados en lo que a iglesias románicas atañe. Siguiendo los testimonios románicos pasamos por Amandi (a escasos dos kilómetros de Villaviciosa); Fuentes (a dos kilómetros también); Bedriñana (a 4 kilómetros); Coro ( a 5 kilómetros); Selorio (a seis kilómetros);  y Viñón (a 9 kilómetros). Todos ellos pueblos encantadores, con su correspondiente templo románico. 

Sí, la oferta artística es, aquí, muy notable. Y  se completa con dos hitos del arte prerrománico: la cautivadora iglesia de San Salvador de Valdediós y el bello templo de San Salvador de Priesca, a diez y ocho kilómetros de Villaviciosa respectivamente. 

San Salvador de Valdediós

TAZONES

Después de este desvío por el interior, volvemos a la costa. Nuestro siguiente destino, es Tazones, antiguo puerto ballenero, tan bien conservado que parece un decorado de película. Aquí podría haber rodado John Huston las escenas iniciales de Moby Dick. Pequeño, recogido entre los prados y el mar, y con una calles empapadas de salitre, Tazones es el lugar perfecto para un paseo tranquilo, siempre y cuando no se llegue en fin de semana. Por cierto, es bien conocido que aquí, en Tazones, se come el mejor marisco de todo el Principado. 

Puerto de Tazones

GIJÓN

Menos de treinta kilómetros separan Tazones de Gijón. Pero qué treinta kilómetros, con bellísimos paisajes a la vuelta de cada curva. Y con una sorpresa monumental llegando ya a la ciudad: la ciclópea Universidad Laboral, una mole de granito imposible, de proporciones descomunales, recuerdo firme de la retórica grandilocuente del franquismo, cuya intención propagandística queda patente con solo contemplar la fachada principal.

Universidad Laboral

Gijón debe su origen a los romanos y su primer gran desarrollo a la época de los Reyes Católicos, época en la que cobra importancia su puerto. Su edad de oro, sin embargo, llegará con la Ilustración y gracias al tesón del más célebre de sus hijos, Gaspar Melchor de Jovellanos.

Puerto y promontorio, urbe romana y ciudad ilustrada, Gijón es también el lugar nostálgico retratado por José Luis Garci en Volver a empezar, resumido en la memorable canción de Cole Porter. ¿Os acordáis de la película? ¿Y de la canción? “When they begin the beguine / It brings back the sound of music so tender, / It brings back a night of tropical splendor, /  It brings back a memory ever green…”

Fotograma de la película Volver a empezar en el puerto de Gijón

Qué ver en Gijón

Los alrededores del Molinón. El cuidado y elegante parque de Isabel la Católica. La playa de san Lorenzo, bellísima, domesticada por el tesón urbanístico. El paseo marítimo que abraza la bahía y llega hasta el centro histórico, muy agradable para perderse, ideal para comer de tapas…  Sí, Gijón tiene todo lo que hay que tener para ser el broche final de nuestro viaje por el oriente asturiano: una playa perfecta para hacer surf, museos interesantes, deliciosos paseos marítimos, miradores para perderse más allá del horizonte…

Playa de San Lorenzo Fotografía: Cadena Ser

Cimadevilla, o como dicen los lugareños, Cimavilla, es el centro histórico y también el lugar más visitado por viajeros y turistas. Y es fácil de entender. Allí encontramos restos romanos, casonas palaciegas y antiguas viviendas de pescadores. Calles empinadas, sidrerías y tabernas, bonitas fachadas de colores y plazas tan encantadoras como la del Marqués, a la que se asoma el palacio renacentista de Revillagigedo y la iglesia de San Juan… eso es Cimadevilla.

Plaza del Marqués

Por supuesto,  cualquier visita a Gijón debe empezar y terminar en la cima del cerro de Santa Catalina, parte alta del centro histórico, balcón privilegiado de la ciudad vieja, y digno pedestal para el Elogio del horizonte, la monumental escultura de Eduardo Chillida que parece custodiar el horizonte.

Elogio del horizonte

Y si las termas romanas que pueden verse en las faldas del mismo cerro de Santa Catalina, junto a la playa de San Lorenzo, te saben a poco, siempre puedes acercarte al yacimiento arqueológico del Campo Torres, a siete kilómetros al oeste de Gijón. Los imponentes acantilados del cabo homónimo rodean este parque arqueológico y natural que une el castro astur y el campamento romano de Noega con el museo y el faro.

CABO DE PEÑAS

Y para terminar, el cabo Peñas, uno de los lugares más abruptos y espectaculares de Asturias. Sus escarpados acantilados  rompen sobre el Cantábrico formando un conjunto de singular belleza. Sí, el paisaje, aquí, es inigualable. Y no menos bello es el que nos regala la vista por el camino, desde Gijón al Cabo, con pueblos como Candás y Luanco y verdes e infinitas praderas que dejan ver, muy a lo lejos, el Cantábrico en todo su esplendor.

Cabo de Peñas

DONDE PERNOCTAR EN ASTURIAS  CON AUTOCARAVANA

Llanes cuenta con una estupenda área de autocaravanas. Está a las afueras del pueblo y cuenta con parcelas amplias, mesas de picnic, servicios, iluminación y cámaras de vigilancia. 

A dos kilómetros de Ribadesella está el camping Playa Sauces, una buena opción para pasar la noche, con parcelas con todos los servicios para caravanas.

Cangas de Onís tiene también una área de autocaravanas, donde se puede aparcar y pernoctar. ¡Ojo!, cuenta con pocas plazas.

En Gijón un buen lugar para aparcar y pernoctar es el Parking El Rinconín, frente a la bahía de San Lorenzo, una zona residencial muy tranquila y con amplias zonas verdes.

COMER EN ASTURIAS

La gastronomía asturiana supera con creces la fama de la fabada. No menos popular es su pote. Del cerdo se aprovecha todo, y estas tierras tienen auténticas especialidades: el lacón, el fariñón (morcilla gruesa con harina de maíz), el chasco, el jamón de Avilés, el chorizo.

Mención aparte merece su huerta, abundante en calidad y cantidad: escarolas, lentejas, patatines. La huerta es un complemento indispensable en numerosos platos de pescado, como el bogavante con verdura, el salmón con repollo o los langostinos con patatas.

Langostinos con patatas

Y claro, hablando del mar, no podemos olvidarnos de la merluza en pincho, el bonito, el congrio o la trucha. Por supuesto, mariscos hay para elegir; carnes, ternera y buey principalmente. Y en cuanto la bebida, sobra decir que la sidra es la bebida patria. De postre, quesos: de Cabrales, Beyos o Gamonedo.

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