Las Beiras de Portugal en autocaravana
Ruta en autocaravana por las Beiras de Portugal
Esta ruta en autocaravana por las Beiras comienza en la turística Figueira de Foz y termina en Aveiro, la Venecia del Atlántico. Es el litoral de las Beiras. El novelista Eça de Queiroz decía – y es verdad – que aquí había cosas esenciales: “La brisa, la ola, la duna, el infinito y la sardina”. Por el camino, un hermosísimo rodeo que pasa por Coimbra, cuna de seis reyes y de la universidad más antigua de Portugal; el Parque Nacional de Buçaco; y la sierra de Estrela, que separa la Beira Baja de la Beira Alta, donde nos esperan los pueblos medievales de Monsanto, Guarda, Belmonte, los castillos levantados por el rey Dinis para proteger la insegura frontera de las incursiones castellanas y la encantadora Viseu.
Figueira de Foz
Playas y más playas. Las Beiras tienen costa, sí, y pueblos animados y turísticos como Figueira de Foz, uno de los destinos más populares entre los portugueses con ganas de sol y playa, y también una de las referencias del surf en Portugal. Un puerto deportivo animado de día y de noche, un arenal anchísimo, olas para sacar chispas a tu tabla de surf y el recuerdo del duque de Wellington, que aquí desembarcó para luchar contra el ejército de Napoleón.
Alrededores: a poco más de media hora por carretera, uno de los pueblos pesqueros más encantadores de Portugal, Praia de Mira, con el Atlántico a un lado y la laguna de Barrinha de Mira al otro. Un lugar para perderse del mundo.
¿Qué ver en Coimbra?
Figueira de Foz está justo en la desembocadura del nostálgico Mondego, O Río dos Poetas, que nace en la Beira Alta y toma ínfulas de sabiduría al pasar por Coimbra. Difícil imaginarse una ciudad más bella.
Coimbra es conocida por su prestigiosa universidad – la más antigua de Portugal – que, además, contribuye a una poderosa y animada vida nocturna.
Hoy una ciudad universitaria acostumbra a ser un barrio nuevo, hecho con más o menos gusto, levantado en las afueras del viejo e incluso moderno núcleo urbano, y reservado a los estudios y los estudiantes. ¡Qué diferencia con las de otros tiempos! Qué diferencia con las que vienen de la Edad Media, poblaciones pequeñas, situadas en lugares adecuados y en las cuales los estudiantes convivían con los burgueses, los menestrales y el pueblo llano. Así fueron Oxford, Bolonia, Heidelberg y Salamanca. Así fue también Coimbra; así sigue siendo. No un postizo dentro de una capital que no hace caso de ella, sino una antigua y auténtica ciudad universitaria.
Coimbra es una ciudad vivida hasta su último rincón. ¿Nuestro consejo? Pasear y pasear por ella hasta caer agotado. Y por supuesto, hacer algunas visitas que te ayudarán a conocer su historia.
- La Universidad: es el alma de la ciudad, un lugar único que no se parece a ningún otro. Por ella pasaron Camoes, Antero de Quental, Eça de Queiroz. Es también un buen lugar para iniciar la visita a Coimbra, ya que domina toda la ciudad desde las alturas de la colina de Alcaçova.
- Sé Velha o Catedral Vieja. A la sombra de la Universidad. Es el más hermoso monumento románico de Portugal.
- Sé Nova o Catedral Nueva. Esta a dos pasos de la Catedral Vieja y constituye un bello ejemplo de lo que los historiadores del arte llaman estilo jesuítico.
- Museo Nacional Machado de Castro. Está en el antiguo palacio del obispo. Lo que más llama la atención es el Criptoportico de Aeminium, un laberinto de pasadizos subterráneos de la época romana que acoge una muestra de esculturas romanas y vestigios visigodos.
- Santa Cruz. Ya estamos en la parte baja de Coimbra. Iglesia y convento fueron fundados en el siglo XII. Aquí están enterrados los dos primeros reyes de Portugal, Alfonso Henriques y Sancho I. Imposible no admirar los sepulcros donde ambos duermen el sueño eterno, obra de Diogo de Castilho y Nicolau Chanteréne. El claustro do Silêncio, de estilo manuelino, es otro recuerdo imborrable.
- Santa Clara Velha. Para visitar este antiguo convento femenino levantado en el siglo XIV– o más bien, lo que queda de él – hay que cruzar el Mondego. Aquí residió un tiempo, antes de ser asesinada por orden de Alfonso IV, la bella Inés de Castro, la amante del príncipe heredero y a la sazón futuro Pedro I de Portugal. Queda la iglesia gótica, sabiamente restaurada y puesta ya a salvo de los desbordamientos del Mondego, que durante más de cuatro siglos anegaron el convento con sucesivas inundaciones.
Parque Nacional de Buçaco
A menudo los viajes se modifican por una pequeña charla, un encuentro, un hallazgo inesperado. Algo imprevisible que no parece tener trascendencia. Pero sí la tiene. Lo que nos llevó de Coimbra a Buçaco fue la fuerza de una frase de Saramago: “El bosque de Buçaco requiere todas las palabras, y, dichas ellas, nos demuestra que ha quedado todo por decir”.
En efecto. No se describe el bosque de Buçaco. Hay que perderse en él, como aconseja Saramago en su Viaje a Portugal. Reino de lo vegetal, el Parque Nacional de Buçaco se encuentra a menos de treinta y tres kilómetros de Coimbra. Y sí, el desvío merece la pena. Hoy ese antiguo bosque utilizado como retiro espiritual por monjes y anacoretas desde el siglo VI es uno de nuestros mejores recuerdos de Portugal.
Sierra de Estrela
Vamos a la sierra, que, en la Beira, es, por antonomasia, la de Estrela. Escribe Miguel Torga:
“Portugal tiene otras más bellas y agrestes, como Gerês, por ejemplo. Otras más intrincadas, como el Marao, por no ir más lejos. Otras más exuberantes, como Monchique, en el Algarve. Pero ninguna se le puede comparar en la manera de expandir la respiración, en el modo abierto de desplegar el manto. En cualquiera de sus rivales la emoción que se siente es siempre un espasmo. En la Estrela, sin embargo, es un moroso disfrutar de sensaciones, hechas de sorpresas sucesivas”.
Es verdad. Caminar por alguno de los largos senderos de la Sierra de Estrela es una de esas cosas inolvidables que nos pueden suceder en Portugal.
Beira Alta
Y hemos llegado a la Beira Alta. Tierra de castillos y fortalezas. Tierra antaño disputada por musulmanes, cristianos, portugueses y castellanos. Un Portugal rural, con sabor antiguo y espíritu roqueño y amurallado.
Belmonte es nuestra primera parada. Cuna de Pedro Alvares de Cabral, aquel explorador que en 1500 llegó al Brasil. Hay que subir al castillo – las vistas son impagables – y visitar la hermosísima iglesia parroquial. Belmonte cuenta, además, con interesantes museos: el de los judíos, el de los descubrimientos, el del aceite.
Sortelha está a un salto por carreteras que no son buenas y paisajes que son de admirar. Murallas ciclópeas, casas de pizarra, calles empedradas y empinadas, y encaramada sobre un gigantesco roquedal, el último baluarte defensivo, la ciudadela.
Monsanto está más al sur, a menos de 52 kilómetros. Hay lugares por donde se pasa y hay otros adonde se va. Monsanto, con la fortaleza templaria coronando el promontorio de rocas donde se asientan las casas, es de estos últimos. Imposible de olvidar las vistas: toda una sucesión de sierras portuguesas y extremeñas.
Sobre una colina al noreste de la sierra de Estrela, Guarda está también cerca de Belmonte. Menos de 25 kilómetros separan una población de otra. Guarda fue una fortaleza antes que una ciudad y todavía conserva fragmentos de murallas, la torre del homenaje, las ruinas del antiguo castillo románico y las antiguas puertas medievales. La catedral, repleta de agujas, pináculos y gárgolas, es otro de sus hitos principales.
Más al norte encontramos otros grandes momentos de esta ruta por las fortalezas y castillos fronterizos de la Beira Alta: Castelo Mendo, Almeida, Castelo Rodrigo y Trancoso. Vale la pena también pasar por algunos pueblos cercanos a Guarda, como Vila Soeiro, donde las aguas del Mondego hacen mover viejos molinos junto a pazos señoriales.
Y camino ya de Aveiro, Viseu, ciudad medieval que hay que visitar tanto de día como de noche. Calles empedradas, callejuelas con aire de saudade, jardines exuberantes… Más allá de cualquier descripción puntual de sus encantos, la mejor recomendación para disfrutar de Viseu es perderse una y otra vez por su parte antigua.
Aveiro
Y por último, la dulce y bella Aveiro. Dulce por sus decenas de pastelerías y sus irresistibles y omnipresentes ovos moles. En cuanto al segundo adjetivo, sirva como respuesta su variado elenco de edificios art nouveau, el Canal central y el Jardim do Rossio, junto al cual atracan los alargados barquitos de proa rampante y vivos colores que se usan para dar paseos por la ría. Las playas salvajes, con hermosas dunas y fuerte oleaje, que están a un parpadeo de Aveiro añaden encanto a una ciudad que no necesita la injusta comparación con Venecia para cautivar al viajero.
Donde estacionar y pernoctar
Nuestro consejo, tanto para aparcar como para quedarte y pernoctar, es que consultes alguna de las APPS útiles para viajar en autocaravana. Los sitios que mencionamos a continuación son los que nosotros hemos utilizado en nuestros viajes.
Estacionar y pernoctar en autocaravana En Figueira de Foz:
Aparcamiento de Aguiar de Carvalho, desde donde se puede ir andando a la playa o al pueblo. Cuenta con todos los servicios.
Estacionar y pernoctar en autocaravana En Coimbra:
Aparcamiento Parco Verde
Estacionar y pernoctar en autocaravana en Aveiro
Aparcamiento para caravanas situado en la desembocadura de la ría de Aveiro, en Barra, casi a los pies del espectacular faro.
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