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Viajar en autocaravana por el Algarve

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EL ALGARVE  EN AUTOCARAVANA

Playas de insólita belleza, bordadas de pinares y dunas, pequeñas ensenadas protegidas por majestuosos acantilados, pueblos y ciudades con evocadores centros históricos, mariscadores y bañistas solitarios, el recuerdo de Enrique el Navegante y las grandes navegaciones de la época de los descubrimientos… El Algarve es la zona más turística de Portugal, pero también cuenta con lugares donde el tiempo fluye a favor del ser humano: un plan perfecto para viajar en autocaravana o con una furgoneta camper, siempre y cuando no coincida con el verano.

POR JIM SILVER

Ya lo hemos dicho en otro artículo. En  Portugal lo importante no es pasar  y ver, sino estar. Estar con los cinco sentidos bien despiertos. Romper amarras con el día de regreso a casa y no quererse acordar de él para nada. Portugal es como un espejo de la antigua felicidad, y el Algarve, como bien dicen nuestros amigos de SingleQuiver, el territorio del regreso: uno de esos lugares que jamás se visitan una sola vez, uno de esos rincones del mundo a los que siempre se vuelve en busca de otra playa, de otro restaurante mecido por la brisa marina, o como dice Saramago, para ver en una estación del año lo que se vio en otra. Hay, es verdad, un Algarve invadido por el turismo, pero también uno más tranquilo, una ruta por acantilados, playas salvajes y lugares históricos difíciles de olvidar.

Cueva Benagil

RUTA POR EL ALGARVE  EN AUTOCARAVANA

Aquí encontrarás una pequeña guía de viaje con lugares que visitar y cosas que hacer en el Algarve, desde contemplar la puesta de sol en el cabo San Vicente o perderse entra las calles de la Cidade Velha de Faro   a  pasear por la parte alta de Tavira y surcar los canales naturales del Parque Natural da Ría Formosa. La ruta empieza en Odeceixe y termina en Alcoutim, frente a Sanlúcar, pero puede realizarse, perfectamente, a la inversa. 

ODECEIXE

Acostado en una ladera, Odeceixe es el pueblo más al norte del Algarve. Más allá queda ya el Alentejo. De origen árabe, debe su nombre al río Seixe, que también da carta de bautizo a su bellísima playa, o mejor dicho, a sus asombrosas playas, porque, en realidad, son dos: una golpeada por las olas del Atlántico y otra bañada por las tranquilas aguas verdes del Seixe, que desemboca allí mismo. Sin duda, un lugar único.   

Playa de Odeceixe

ALJEZUR

Conduciendo en dirección sur por la N-120 llegamos a Aljezur, con su ruinoso castillo árabe (construido en el siglo X, conquistado por los cristianos en el XIII) custodiando las casas. Una escarpada calle del centro histórico conduce hasta él. El esfuerzo vale la pena. Las vistas a la sierra de Monchique desde lo alto quitan el aliento. También hay una buena cuesta para bajar a la playa de Arrifana y su maravillosa ensenada de arenas blancas arropada por tremendos acantilados. Otra vez, la recompensa  vale la caminata.   

Vistas de Aljezur desde el Castillo de Aljezur – Fotografía: Filipe Rocha

CARRAPATEIRA

Rumbo a Sagres y al Cabo de San Vicente hay un buen puñado de lugares donde vale la pena hacer una parada para bajarse de la autocaravana, caminar y respirar la esencia del Algarve: el mar, la roca, el olor a parrilla de pescado… Carrapateira es uno de esos lugares: un pueblecito que aparece de pronto, como nacido de entre las dunas, con las playas de Bordeira y Amado a un salto, dos playas grandiosas por sus olas y también por su belleza salvaje.

Carrapateria – Fotografía: Joao do Carmo

VILA DO BISPO

El turismo veraniego ha traído dinero a este agradable pueblo blanco, olvidado diez meses al año. Vila do Bispo es la puerta de la punta más occidental de Portugal, la barbilla de ese rostro que forma la Península Ibérica y que termina en el cabo San Vicente. Hay que visitar su encantadora iglesia, cubierta de azulejos, sentarse en alguna tasca a comer percebes y caminar o conducir los cinco kilómetros que separan el pueblo de la Praia do Castelejo. Otra parada obligada es el Miradouro, desde el que se ven la Praia do Castelejo y la Praia do Cordoama, dos oasis en medio de la costa vicentina, donde los acantilados son violentamente golpeados por las aguas atlánticas.

Casas blancas de Vila do Bispo

Muy cerca de Vila do Obispo quedan dos aldeas encantadoras que también merecen una visita: Pedralva y Pero Queimado.

SAGRES

Para llegar de Aljezur a Vila do Bispo hemos tenido que salir de la N-120 y conducir por la N-268 entre vueltas y revueltas de carretera. Para acceder a Sagres hay que tomar la N-125 en Vila do Bispo. Sagres es la Historia con mayúsculas, la majestuosa lengua de roca cavada entre las olas del Atlántico y azotada por los vientos del noroeste, con acantilados cortados a cuchillo de hasta ochenta metros de altura, desde la que Enrique el Navegante soñó con llevar las naos portuguesas más allá del cabo Bojador. Aquí comienza la era de los descubrimientos del reino de Portugal. Aquí, en la punta de Sagres, congregó el infante todos los recursos de los que entonces – siglo XV – disponía la cosmografía y el arte de navegar. Y desde aquí envió anualmente expediciones marítimas para explorar el océano y bajar por la costa de África hacia el sur, desafiando al omnisciente Ptolomeo, que aseguraba que el inexplorado continente no se podía rodear navegando.

Promontorio de Sagres

De aquella historia que cambiaría la historia queda el aura que se respira en la vieja fortaleza, destruida por el terremoto de 1755 y reconstruida posteriormente, hoy un museo; la enigmática y enorme rosa de los vientos que aún puede verse en el exterior del viejo baluarte; y la sencilla iglesia de Nossa Senhora da Graca, cuyo singular altar está decorado con azulejos en los que aparecen gacelas y elefantes.  Un camino de dos kilómetros bordea todo el promontorio y permite asomarse a los mismos acantilados por los que el príncipe navegante se entretenía charlando con los ignotos mares, con las regiones desconocidas.

Sagres cuenta con un puerto pesquero donde se come muy bien y queda, además, muy cerca de dos playas bellísimas: la de Beliche, donde el atardecer depara panorámicas de postal, y la de Tonel, una verbena de olas y naturaleza en estado puro. 

Playa de Beliche – Fotografía: Jerome Blache

CABO DE SAN VICENTE

Una sencilla carretera, que bordea la hermosísima ensenada de Beliche, conduce al cabo de San Vicente. Otro fin del mundo, tan evocador e hipnótico como el de Finisterre. También aquí, punta de roca enfrentada a los vientos y tempestades del legendario mar tenebroso,  la puesta de sol es de una belleza sobrecogedora. Y no sólo por lo que uno ve, sino por lo que uno piensa del tiempo en que se creía que aquí terminaba el mundo. Más allá sólo podía haber el horror de un abismo borrascoso y devorador, poblado por las grandes bestias que atemorizaban los antiguos portulanos. Por supuesto, hay que acercarse al faro – cuyo rayo de luz sigue sirviendo de guía para los barcos – y esperar la puesta de sol. Momento eterno.

Faro y Cabo de San Vicente al atardecer

LAGOS

Volvemos a la EN-125, que nos lleva hasta Lagos, una de las ciudades más bellas del Algarve.  Villa repleta de historia, aquí la vida sigue transcurriendo a la sombra de lo que queda de sus viejas murallas. En Lagos encontramos la sombra del rey Sebastián, el de Alcazarquivir,  a quien Joao Cutileiro inmortalizó en la  evocadora estatua que puede verse en la plaza de Gil Eanes. Pero los hitos de Lagos son sus numerosas iglesias. Destacan dos: la de San Sebastián, a la que se llega por empinados peldaños, y la de San Antonio, cuyo interior no se puede describir con palabras, hay que verlo. Hechas estas visitas obligadas, queda perderse. Casas blancas, calles enrevesadas, tiendecitas, tascas que llevan al puerto. Y por supuesto, las playas:  son dos, bien bonitas, Dona Ana y Camilo. Y para terminar, dos opciones: el atardecer desde la iglesia del Carmen y un tranquilo paseo por el camino que lleva a Ponta de Piedade, saliente rocoso  que protege la bahía de Lagos.

Playa de Dona Ana

PRAIA DA ROCHA Y ALBOR

Conduciendo por EN-125, siempre en dirección este, encontramos Portimao. Ciudad amurallada, Portimao se acuesta sobre la orilla del estuario del río Arade, cuyas aguas van a morir a la bellísima Praia da Rocha, a la que se llega por una angosta carretera. La playa se extiende bajo la mirada protectora de los fuertes de Santa Catalina y San Juan, levantados en otro tiempo para defender Portimao de los piratas berberiscos. El atardecer, desde la fortaleza de Santa Catarina, no se olvida.

El centro histórico de Portimao invita al paseo. Y si su animado mercado no te convence, siempre tienes la opción de conducir unos cuantos  kilómetros más y visitar Alvor, pequeña villa pesquera de casitas blancas de pasado romano y árabe. 

Alvor

SILVES

Los rojos muros del castillo de Silves destacan en el horizonte, sobre un pequeño lago de casas blancas y un agradable vergel de naranjos. Saramago recomienda visitar las hermosas ruinas de la fortaleza, de origen árabe, y la catedral gótica, levantada con la misma arenisca roja. Hay que seguir el consejo del premio Nobel portugués. La catedral recuerda la conquista cristiana por los caballeros de la Orden de Santiago en 1242. El castillo  fue un tiempo morada de Almutamid, el rey poeta de Sevilla, cuyo triste final sigue resonando, y conmoviéndonos, gracias a los versos que él mismo compuso en el destierro de Agmat: “Troqué la grandeza bajo las sombras de estandarte / por la bajeza del hierro y pesados grilletes. / Antes, mis hierros fueron lanzas afiladas, / esbeltas espadas acicaladas. / Ahora, se han fundido en cadenas negras / que roen mis piernas como leones”

Castillo de Silves

ALTE

Con el desvío a Silves hemos dejado la costa. Alte también está el interior del Algarve, colgado sobre una colina. Saramago escribe: “loco sería quien a Alte no venga”. Y todo porque ese pequeño y blanquísimo  pueblo serrano cuenta con una de las iglesias más bellas de Portugal. Se trata de Nossa Senhora da Assuncao, de estilo manuelino.

Iglesia de Alte

FARO

Y regresamos a la costa. Faro es la capital del Algarve. Fenicia, púnica, romana, árabe, cristiana… Faro ha pasado por todas las historias de la historia. Además de a los múltiples cambios de piel motivados por conquistas e invasiones, la ciudad ha sobrevivido al feroz ataque del conde de Essex, el favorito de la reina Isabel de Inglaterra, y al terremoto que asoló Lisboa en 1755. Sus viejas murallas medievales custodian las empedradas calles de la Cidade Velha, el centro histórico, al que se accede por el Arco de la Vila. Allí se encuentra la catedral vieja, con su extraordinaria torre pórtico.

ESTOI

Al norte de Faro resplandece Estoi, con su palacio rococó y sus ruinas romanas, y al este, en dirección a España, Tavira. Hay que pasar por el primero y visitar el palacio y los jardines de los condes de Carvalhal, donde confluyen los gustos setecentistas y ochocentistas. Saramago escribe con razón: “Si en materia de palacios de la Bella Durmiente no tuviera el viajero, como tiene, ideas definidas, y si de la memoria se apagase la misteriosa luz del atardecer de Junqueira, tal vez adoptara estos jardines y estas arquitecturas”. Las ruinas romanas, en cambio, decepcionan un poco, y es que si uno ha visitado Itálica o Mérida, los restos de la villa de Milreu saben a poco.

Palacio de Estoi

CUEVA DE BENAGIL

Es la reina de las cuevas del Algarve. Un auténtico templo esculpido durante milenios por la erosión del viento y el azote del mar. Hay quien dice que su cúpula de roca no tiene nada que envidiar  a la del Panteón romano. Sin duda, hay que verla, ya que no se puede describir. Y lo mejor de todo es que se puede acceder a ella con una tabla de SUP, saliendo de la playa que hay en sus inmediaciones. La cueva de Benagil es el Algarve en estado puro: el mar, la roca y la sensación de que nos hallamos cerca del fin del mundo.

Cueva de Benagil

TAVIRA Y PARQUE NATURAL DE RÍA FORMOSA

Y llegamos a Tavira, uno de los platos fuertes del Algarve. Dice Andrés Campos, viajero y cronista empedernido, que cuesta creer que en la parte más turística de esta zona de Portugal se conserve un lugar tan antiguo y evocador como Tavira. El puente romano sobre el río Gilao, por el que pasaba la vieja calzada de Faro a Mértola, los restos de la muralla árabe que pueden verse en el Museo Municipal y el castillo medieval que corona el centro histórico dan fe de este milagro. Sus casas con tejado a cuatro aguas, sus calles empedradas y sus iglesias blancas invitan a perderse una y otra vez. Porque es mucho lo que se pueda andar y ver en Tavira. Y por supuesto, a la vera, río abajo, está el Parque Natural de la Ría Formosa, cincuenta kilómetros trufados de istmos, playas, islotes arenosos y canales que discurren en paralelo a la costa.  

Vista aérea del centro de Tavira

CACELA VELHA

Sobre una colina desde la que se domina a vista de pájaro el extremo oriental del Parque Natural de la Ría Formosa, refulge Cacela Velha, un pueblo de postal. Una humilde iglesia del siglo XII, un castillo del XVII, casitas blancas y azules… Nuestro consejo es sentarse en las mesas exteriores de algún restaurante con vistas al mar y dejar que el día vaya muriendo a ritmo de marisco.

Vistas del Parque Natural de la Ría Formosa desde Cacela Velha – Fotografía: William Gianni

VILA REAL DE SAN ANTONIO

Vila Real de San Antonio exige también una parada. Fue fundada a finales del siglo XVIII por el marqués de Pombal, que, como recuerda Saramago,  vino a repetir aquí, aunque en pequeño, el proyecto de la Baixa lisboeta. Usando el mismo trazado a escuadra y las mismas geometrías ilustradas, los arquitectos del marqués levantaron una ciudad que recuerda, como ninguna otra en Portugal, el espíritu del Siglo de las Luces. Sin duda, el contraste entre la elegante arquitectura dieciochesca y los modestos comercios que llenan el centro es uno de los grandes atractivos de esta villa singular.

Plaza principal de Vila Real de Santo Antonio

Muy cerca de Vila Real, a uno cuatro kilómetros al oeste por la EN-125, queda la playa de Monte Gordo. Por la carretera local que va desde el pueblecito de igual nombre hasta el arenal vemos un extenso bosque de pinos y enseguida un faro. Y aquí, otro bello mirador, esta vez para contemplar cómo el Guadiana rinde sus aguas al océano, justo al otro lado del cabo de San Antonio.

Desembocadura del río Guadiana desde el faro – Fotografía: Sérgio Cardoso

Muy cerca también de la villa levantada por el marqués de Pombal, por la EN-125 y en dirección a Cacela Velha, encontramos otra playa de las que dan fama al Algarve: Praia Verde. Y desde la elevación del aparcamiento del arenal, como no podía faltar, una panorámica de locura: playas infinitas y salvajes – Alagoa y Manta Rota – con dunas y mantos de pinos piñoneros. 

CASTRO MARIM

Menos de seis kilómetros separan Vila Real de San Antonio de Castro Marim. ¡Pero qué seis kilómetros! Junto a la carretera, que atraviesa la Reserva Natural del Sapal de Castro Marim y Vila Real de San Antonio, contemplamos un vasto humedal que comunica con el Guadiana. Pantanos, lagunas, salinas y pastos se suceden en un bello espectáculo que culmina con la aparición del blanco y somnoliento pueblo.

Testimonio fiel de las guerras que enfrentaron a España y a Portugal en el pasado, Castro Marim cuenta con un castillo medieval y un baluarte del siglo XVII. Lugares para defenderse y combatir en el pasado, hoy ambas fortalezas son pacíficos miradores para contemplar las marismas de la Reserva Natural ya mencionada.

Vista de la Reserva Natural desde el castillo – Fotografía: Maria Cruz Díaz

ALCOUTIM

De Castro Marim a Alcoutim hay cuarenta kilómetros por una carretera tortuosa que sigue el curso del Guadiana. No es la mejor de las vías, pero el paisaje que atraviesa compensa las molestias. Y sólo es el aperitivo, pues al final nos esperan las vistas desde el castillo de Alcoutim. Enfrente se ve Salúcar, y las dos villas, puestas sobre el espejo del agua, se ven como reflejo una de otra.

Vista de Sanlúcar desde Alcoutim

CUÁNDO IR AL ALGARVE EN AUTOCARAVANA

Cualquier época es buena para viajar al Algarve, excepto el verano, cuando playas y carreteras se colapsan. La primavera y el otoño son, sin duda, las mejores fechas. Y el invierno, muy suave en el sur de Portugal, tampoco es un mal momento. Si, después de todo, te decides por ir en verano, recuerda que para disfrutar de las playas es recomendable llegar temprano.

CÓMO LLEGAR AL ALGARVE

La principal vía de comunicación del Algarve es la A-22, que muere en Lagos y es la prolongación de la autovía española A-49 (Sevilla-Huelva-Ayamonte). Desde Lagos hay que seguir la carrera N-125 hasta Vila do Bispo y por la N-268 hasta Sagres. Otra opción es entrar en Portugal por la A-5 (vía Badajoz) y continuar por las autopistas A-6 y A-2 hasta Albufeira, donde se conecta con la A-22.

Una cuestión que hay que tener muy en cuenta es que la A-22 es de pago y funciona mediante el sistema de telepeaje. Lo explico. Justo después de la frontera tenemos un puesto donde hay que vincular nuestra tarjeta de crédito con nuestra matrícula. Al terminar el mes ellos se encargan de pasar el cargo de los trayectos realizados. Si quieres calcular previamente lo que te cuesta moverte por las autopistas del Algarve, la cuenta es muy fácil. Además, antes de cada peaje hay un cartel con el precio. De todas formas, a continuación os dejamos un mapa con los peajes que os encontraréis en las autopistas portuguesas a vuestro paso por el Algarve. La gran mayoría de los turistas que llegan en coche se saltan este paso y no pagan los peajes. Nosotros, sin embargo, os aconsejamos pagar los peajes.

Mapa de precios y peajes en el Algarve – Fotografía: Portugal Tolls

DÓNDE COMER EN EL ALGARVE

La autocaravana es una casa rodante. Muchas veces cocinamos y comemos en ella. Pero, claro, siempre hay lugares donde nos apetece darnos un capricho. El Algarve es un buen lugar para hacerlo, ya que cuenta con buena gastronomía al alcance de todos los bolsillos.  Aquí van algunos de nuestros restaurantes favoritos:

Bar da Praia, en la playa de Odeceixe: buena comida con vistas al mar.

Restaurante  O Paulo, en la playa de Arrifana: vistas inmejorables y buena mesa. 

Sitio do Forno, en Carrapateira: un buen lugar para disfrutar de pescado muy fresco a la brasa.

Ribeira do Poco, en Vila do Bispo: para comer percebes a buen precio.

A Sereira, en Sagres: pescado a la brasa.

Casa Simao, en Tavira: casa de comida tradicional, bien y barato. 

Casa da Igreja, en Cacela Velha: marisco con vistas excepcionales al Parque Natural de Ria Formosa.

Dom Petisco, en Vila Real de San Antonio: pescado fresquísimo y vistas únicas.

DÓNDE PERNOCTAR Y ESTACIONAR CON AUTOCARAVANA EN EL ALGARVE

Nuestro consejo, tanto para aparcar como para quedarte y pernoctar, es que consultes alguna de las APPS útiles para viajar en autocaravana, ya que allí encontrarás amplia información actualizada. 

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